La prisa es poco saludable y común en nuestra sociedad. El otro día hablaba de esto con mi peluquera y me sorprendió explicándome:
El otro día mi hija le dijo a su abuela que se quería quedar a dormir en su casa. Cuando ella le preguntó por qué, le contesto: «es que la mama siempre va con prisa».
Es decir, el nivel de estrés propio de la madre se lo había traspasado a la hija. Ella reflexionaba con las frases que le repetía el día a día: «Venga vístete que no llegamos al cole». «Date prisa que perdemos el bus». «Come que tienes que ir a la cama».
Yo me lo puedo aplicar de la misma forma cuando tomo consciencia de que en mi cabeza el «voy tarde» se repite unas 5-6 veces al día. Comer en 10 minutos (de hecho siempre digo que he desaprendido a comer) y salir corriendo de los sitios como si fuera la próxima víctima de Hannibal Lecter forman parte de mi rutina.
Cuando estás emprendiendo un negocio, o al menos en mi caso, hay aspectos muy positivos: flexibilidad horaria, dejas volar la creatividad, sientes una motivación y unas ganas de hacer que te devoran, una aceleración de pensamientos e ideas, adrenalina pura.
Pero también hay algo duro, divertido y positivo, pero muy duro: sólo estás tú (así en tono melodramático). Tú eres quien escribe e-mails y propuestas, quien busca clientes y proveedores, quien llama, quien diseña catálogos, trípticos y flyers, quien asiste a eventos y ferias, quien toma decisiones, quien ejecuta proyectos, quien se come marrones. Para colmo, tú debes ocuparte de tener una página web a la última, actualizarla, escribir en el blog, las redes sociales, etc. Y lo más importante, tú debes sacar la fuerza para liderarte a ti mismo y no dejarte llevar por el lado oscuro (leáse el sofá u otras distracciones varias).
Pues eso, debes ser una persona muy centrada y organizada para no acabar con un ataque de ansiedad (bueno, eso o poseer súper poderes). Y aún así, nada está garantizado. De hecho, a menudo pienso que si tuviera pasta podría estudiar la posibilidad de financiar un estudio científico para desdoblarme.
El caso es que empiezas a desarrollar el síndrome de integrar el trabajo en tu vida, y eso, aunque la gente te diga que eres una hardworker (curranta de toda la vida pero en inglés mola más), NO ES BUENO. PUNTO.
Yo reconozco que hago grandes ejercicios para alejarme de mi teléfono, teclado o Ipad. Y es que ¿alguien nos convenció de que explotaba el teléfono si contestábamos un Whatsapp o un Correo-e al día siguiente? o es que… ¿nos hemos vuelto todos majaretas?
Vivimos en la época de la inmediatez, eso es algo que siempre repito en las charlas que está acabando con el buen hacer y la calma. Lo que me parece realmente curioso es que luego nos extrañamos de estar irritables, cansados, incluso sentir apatía… Eso es estrés, señores!
Como decía Tomás, gran jefe y mejor persona, Ante todo mucha calma! (así, leído estresado).
Seguimos para bingo!